Fort Lauderale (Florida –USA) 7
de Octubre de 1983 Nuestra Señora del Rosario
“Hijos míos, en la batalla en que
cada día estáis empeñados contra Satanás, y sus insidiosas y peligrosas
seducciones contra el poderoso ejército del Mal, además del auxilio especial
que os prestan los Ángeles del Señor, tenéis necesidad de usar un arma segura e
invencible. Esta arma es vuestra oración.
Con la oración podéis siempre
arrebatar al enemigo el terreno que os ha conquistado; podéis hacer brotar
renuevos del bien en el desierto del mal y del pecado: sobre todo, podéis
rescatar un número inmenso de almas, que Satanás ha logrado hacer sus prisioneras.
La oración tiene una fuerza poderosa y suscita en el bien, reacciones en cadena
más potentes que las mismas reacciones atómicas.
La oración que Yo amo con predilección es la
del Santo Rosario.
Por esto, en mis numerosas apariciones, os
invito siempre a recitarlo, me uno a los que lo rezan, se lo pido a todos con
ansia y preocupación materna.
¿Por qué el Santo Rosario es tan eficaz?
Porque
es una oración sencilla, humilde y os formo espiritualmente en la pequeñez, en
la mansedumbre, en la simplicidad del corazón.
Hoy Satanás logra conquistarlo todo con el
espíritu de soberbia y de rebelión contra Dios, y tiene terror a todos los que
siguen a vuestra Madre Celeste por el camino de la pequeñez y de la humildad.
Mientras los grandes y los soberbios desprecian esta oración, la recitan
con mucho amor y alegría mis pequeños: los pobres, los niños, los humildes, los
que sufren y muchísimos fieles que han acogido mi invitación.
La soberbia de Satanás será una vez más vencida
por la humildad de los pequeños, y el Dragón rojo se sentirá definitivamente
humillado y derrotado, cuando Yo lo ate, no sirviéndome de una gruesa cadena,
sino de una fragilísima cuerda: la del Santo Rosario.
Es una oración que hacéis junto
Conmigo. Cuando me invitáis a rogar por vosotros, escucho vuestra petición, y
asocio mi voz a la vuestra, acompaño vuestra oración con la mía.
De este modo su oración es
siempre eficaz , pues su Madre Celestial es la omnipotencia suplicante. Cuando
Yo pido siempre obtengo, porque Jesús nunca puede decir que no a lo que le pide
su Madre.
Es una oración que une las voces
de la Iglesia y de la humanidad, pues se hace a nombre de todos, nunca a título
solamente personal.
Con la contemplación de sus
misterios, llegan a comprender el plan de Jesús que se traza a lo largo de toda
su vida desde la Encarnación hasta el cumplimiento de su Pascua gloriosa y así
penetran cada vez más en el misterio de la Redención.